Cada 6 de julio, desde 1953, los
peruanos celebran el Día del Maestro y esta fecha
se ha convertido en una jornada
trascendental del calendario cívico escolar pues permite rendir homenaje a toda
persona que realiza esta noble labor. Y aunque en muchas ocasiones la
función que cumplen es prácticamente anónima, no deja de ser sumamente valiosa,
ya que tiene la importante misión de sembrar la semilla del conocimiento entre
sus alumnos.
En nuestro
país, el maestro vive diferentes realidades según en donde cumple su labor, a
lo largo y ancho de nuestra extensa y variada geografía. No obstante, aún
cuando deba afrontar las más duras condiciones de tiempo, clima o región, el
maestro se entrega completamente a su labor educadora, pues es consciente de
que de él depende consolidar el cimiento sobre el que habrán de sostener los
futuros ciudadanos de nuestra patria,
Y es que la
labor del maestro no es cosa sencilla. Debe moldear con imaginación, estricto
cumplimiento de los objetivos académicos y mucha paciencia a quienes serán el
futuro de nuestro país, a quienes se encargarán de fortalecer una nación que se
define por la heterogeneidad de su población, por la convivencia de diferentes
formas de pensar y de actuar.
El maestro es el corazón de la
escuela, quien con su conocimiento, aprecio y preocupación hacia sus alumnos va
enseñándoles, día a día, a vivir en esa pequeña sociedad que es el aula. Allí
un niño va aprendiendo a convivir con los demás; a comprender distintos
caracteres y gustos; a cuidar el orden y limpieza del salón, los patios, y los
baños; a proponer con respeto su punto de vista; a participar en las
actividades escolares; a respetar las cosas de los demás; a pedir por favor; a
agradecer.
¿Valoramos
todo lo que hacen los buenos maestros por nuestros hijos?, ¿colaboramos con su
labor, o estamos al pendiente de sus equivocaciones?, ¿consideramos que pasan
con nuestros hijos más horas diarias de las que pasan probablemente con
nosotros? Estamos en una época en que el rol del maestro es muy cuestionado,
hay padres implacables que no entienden que no es fácil estar en aula con
muchos niños. Entiendo que en parte el desprestigio de la figura del maestro se
debe a que hay profesores que no hacen bien su labor y que no tienen vocación;
pero hay muchísimos profesores que se esfuerzan día a día por hacer lo mejor
posible su función y que no se limitan por las dificultades que tienen que
afrontar (sean económicas, familiares o personales).
Hay en
nuestro país muchos maestros y maestras de vocación, que reconocen al alumno(a)
como una persona única y valiosa y que desde su rol docente son capaces de
estimular sus potencialidades y humanizar la educación. Un saludo muy especial
para todos ellos, bien merecido su día
.
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